miércoles, 8 de febrero de 2017

El impulso a la vida

Todos los niños quieren vivir, incluso un niño que crece junto a unos padres monstruosos, por eso tiene que creer a toda costa que aquello que ha padecido no constituye toda la verdad. Y, naturalmente hay momentos en los que su violento padre parece cambiar, lo lleva de pesca, por ejemplo, y por unos momentos el niño se siente querido. Cuando después lo utilice como juguete de sus deseos sexuales, tendrá, al fin y al cabo, un buen recuerdo de, por ejemplo, cuando fueron a pescar. Logramos sobrevivir a nuestra infancia de esta forma y la mayoría de las personas intentan vivir sólo con estos recuerdos «positivos», reprimiendo los negativos.
Para el niño pequeño sus padres son como dioses todopoderosos, omniscientes y bondadosos. Siempre. Cuando vive experiencias que contradicen esta imagen, cuando el padre bondadoso le grita o le pega, el niño intenta «explicar» los motivos culpándose a sí mismo para salvaguardar la integridad de esos dioses que necesita para sobrevivir. [..] ¿Qué hacemos entonces con la rabia reprimida? ¿La dirigimos a personas que pertenecen a otras religiones (enemigos) o dejamos que se convierta en enfermedad? Porque no podemos eliminarla, sólo podemos dirigirla a inocentes. Alice Miller


Facebook: Sebastián Segui (Psicología)


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