¿Cómo ayudar a nuestros hijos a sanar?
Una vez que los padres hayan reconocido el daño causado se superarán muchos de los obstáculos que antes parecían insalvables lo que equivale a un proceso de curación espontánea. Es cierto que este mérito se espera de los terapeutas, pero ellos no podrán conseguir tales objetivos sin la ayuda de los padres. Muchas cosas cambian cuando los padres se dirigen al niño mostrando empatía por sus sentimientos y admiten sus errores con honestidad sin decir: «Tú nos forzaste a ello con tu comportamiento». El niño tendrá entonces modelos de comportamiento con los que orientarse; no se intenta eludir la realidad, no se trata de «reparar» al niño para que sea más del gusto de los padres, sino que se la ha mostrado que la verdad se puede mostrar con palabras y tiene un evidente poder de curación. Y, sobre todo, el niño ya no necesita sentirse culpable de los errores de los padres si éstos han admitido su culpa. Un gran número de las depresiones que padecen los adultos provienen, precisamente, de estos sentimientos de culpa.[... ]
El mejor momento para plantear una conversación con los propios hijos sobre las heridas provocadas sería probablemente entre los cuatro y los doce años, es decir, antes de la pubertad. Pasada la adolescencia, el interés por estos hechos probablemente disminuirá. Alcanzada la edad adulta, quizá se haya cimentado ya la defensa contra el recuerdo del daño sufrido en los primeros años de vida, puesto que ven cómo se acerca la posibilidad de tener pronto sus propios hijos y de experimentar ellos mismos, como padres, el papel del fuerte, olvidando para siempre su impotencia.[...] Alice Miller
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