lunes, 7 de noviembre de 2016

Un pequeño diablo en la familia...

No es preciso ser emocionalmente inmaduro para incubar silenciosamente un trastorno de conducta reactivo. Basta la presencia de un ambiente coercitivo, rígido, intransigente, arbitrario y centrado en el poder de dominio para que lentamente un niño sustituya la alegría y la paz por dolorosas emociones negativas que, al reeditarse una y otra vez, configuran sentimientos negativos cada vez más arraigados: impotencia, encono, resentimiento. Incluso odio. Céspedes Amanda



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