martes, 4 de octubre de 2016

Abiertos a la vida

La ingenuidad es parte del encanto y atracción del niño; es el núcleo de su inocencia. Los niños viven el momento y están orientados hacia el placer. 
Aceptan los "extraños acertijos de la vida", como dice Christopher 
Morley. Su "peculiar divinidad" resulta de su carencia de sentido del bien o del mal. 
Los niños están orientados hacia la vida. 
Al principio, sus movimientos carecen de dirección porque están tan interesados en todo, que les es difícil elegir una cosa. Por ello el niño se mete en lugares prohibidos, toca cosas no seguras y prueba sustancias nocivas. Esto obliga a sus padres a prestarle mucha atención; deben ser pacientes y comprensivos.
En muchos de los casos de abuso físico que conozco, el padre abusivo creía que el niño deliberadamente actuaba mal. Esperaba que fuera más maduro de lo que su edad le permita.
La tendencia a aventurarse en lugares prohibidos frecuentemente
se cita como evidencia de la maldad natural en el niño. Se la relaciona con el pecado original cometido por Adán y Eva. Y de esa supuesta evidencia provienen muchas prácticas educativas represivas y crueles. JOHN BRADSHAW




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