martes, 25 de agosto de 2015

La vergüenza recurrente.

Cuando tenía cerca de dos años [..] aprendí a contenerme excesivamente. Ahogué mi sentido de autonomía transformándome en un niñito obediente. Fui el "pequeño ¨ayudante" de mamá y el "niño bueno" de la abuela. Me volví sobre adaptado. Mi niño maravilloso se escondió. Cuando trataba de ser desordenado, de reír estrepitosamente, de expresar mi ira, me sentía 
avergonzado. El control de mis esfínteres debió de ser una pesadilla. Durante años, he temido ir a un baño en donde alguien pueda enterarse de lo que estoy haciendo. Cuando era niño, pedía a los miembros de mi familia que no entraran en el baño conmigo, y me encerraba. Ésta no es una actitud instintiva normal. Siempre hacía correr el agua en el inodoro para que nadie me oyera orinar. Para vaciar el intestino, hubiera deseado contratar una banda de música. Pensaba que mi cuerpo era malo, o cuando menos sucio. Mi tradición religiosa veía la vida humana como un valle de lágrimas. JOHN BRADSHAW


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