viernes, 26 de febrero de 2016

Mentimos a los demás y nos mentimos a nosotros mismos.

Que nuestra propia conciencia y nuestro sentido de realidad pida cuentas a nuestra adaptación “a nuestro mapa” puede ser tan legítimo y doloroso como cualquier petición de responsabilidades dentro de la sociedad. De las innumerables mentiras que la gente suele decir, dos de las más comunes, potentes y destructivas son: “Queremos a nuestros hijos” y “Nuestros padres nos quieren”. Puede ser que nuestros padres nos quieran y que nosotros queramos a nuestros hijos, pero cuando no es así la gente llega a extremos extraordinarios para no admitirlo. (por ejemplo la autodestrucción, o dañar a otro en nombre del amor)Yo suelo decir que la psicoterapia es el “juego de la verdad” o el “juego de la sinceridad” porque una de las finalidades es ayudar a los pacientes a afrontar estas mentiras. Una de las raíces de la enfermedad mental es invariablemente un circuito cerrado de mentiras que nos han dicho y que nos hemos dicho a nosotros mismos. Sólo en una atmósfera de máxima sinceridad pueden descubrirse y extirparse esas raíces. Para crear esa atmósfera es esencial que los terapeutas tengan una capacidad total de apertura y veracidad en sus relaciones con los pacientes ¿Cómo puede esperarse que un paciente soporte el dolor de afrontar la realidad si nosotros no somos capaces de soportarlo? M. Scott Peck

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Facebook: Sebastián Segui (Psicología)


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