El tipo de obediencia a que me refiero no tiene nada que ver con una libre opción, y rara vez resulta de una decisión consciente.
Jody,...a los diez años se convirtió en compinche de las borracheras de su padre, dejó bruscamente la terapia porque empezaba a ver cada vez con más claridad lo infundado de su convicción de que «la mala» era ella. Estaba rompiendo las reglas que prescribían «no digas la verdad», «no crezcas ni abandones a papa» y « no tengas relaciones sanas».
Si se ven escritas, estas reglas parecen ridículas. ¿Quién puede obedecer a una regla que le diga: «no tengas relaciones sanas»?Lamentablemente, la respuesta es: la mayoría de los hijos adultos de «esta clase» de padres. Hay que recordar que son, en su mayoría, reglas inconscientes. Nadie se propone tener una mala relación, pero eso no impide que millones de personas la tengan una y otra vez.
Cuando pedí a Jody que examinara las creencias de la familia y los efectos que tenía sobre su vida la obediencia que les prestaba, su angustia la llevó a abandonar la terapia.
Era como si se estuviera diciendo: «Mi necesidad de obedecer a mi padres es más importante que mi necesidad de mejorar».SUSAN FORWARD
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