jueves, 4 de agosto de 2016

Mentimos a los demás y nos mentimos a nosotros mismos.

Que nuestra propia conciencia y nuestro sentido de realidad pida cuentas a nuestra adaptación, a –nuestro mapa- puede ser tan legítimo y doloroso como cualquier petición de responsabilidad dentro de la sociedad. de las innumerables mentiras que la gente suele decir, dos de las más comunes, potentes y destructivas son. “Queremos a nuestros hijos” y “Nuestros padres nos quieren”. Puede ser que nuestros padres nos quieran y que nosotros queramos a nuestro hijos, pero cuando no es así la gente llega a extremos extraordinarios para no admitirlo.
Yo suelo decir que la psicoterapia es el <juego de la verdad> o <el juego de la sinceridad> porque una de sus finalidades es ayudar a los pacientes a afrontar esas mentiras. Una de las raíces de la enfermedad mental es invariablemente un circuito cerrado de mentiras que nos han dicho y que nos hemos dicho a nosotros mismos. Sólo en una atmósfera de máxima sinceridad pueden descubrirse y extirparse esas raíces. Para crear esa atmósfera es esencial que los terapeutas tengan una capacidad total de apertura y veracidad en sus relaciones con los pacientes. ¿Cómo puede esperarse que un paciente soporte el dolor de afrontar la realidad si nosotros no somos capaces de soportarlo? Podemos guiar solamente si vamos delante. (fuerte y real, no implica perfección, no existe ni existirá nadie perfecto!, pero si un trabajo continuo con nuestras propias sombras e imposibilidades, enfrentar la verdad en profundidad) M. Scott Peck


Facebook: Sebastián Segui (Psicología)


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