Cualquiera puede comprobar lo poderosa que llega a ser la presión social. Cuando un adulto reconoce la crueldad de su madre y habla de ella con franqueza, lo que oye unánimemente, también en las terapias, es: «Pero ella también lo tuvo difícil, ha hecho esto, lo otro y lo de más allá. No deberías juzgarla, no todo es blanco o negro, no deberías verla de forma tan parcial. Los padres ideales no existen, etcétera». Da la impresión de que quienes hablan así están defendiendo a sus propias madres, aunque el adulto en cuestión no las haya atacado en absoluto. Sólo ha hablado de su propia madre. Alice Miller
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