Según mi experiencia, el cambio positivo de los niños ya adultos raras veces produce sentimientos positivos y admiración en los padres que otrora fueron maltratadores. Al contrario: a menudo reaccionan con envidia, con indicios de frustración y con el deseo de que el hijo o la hija vuelvan a ser como antes, es decir, sumisos, leales, que consientan el menosprecio y, en el fondo, depresivos e infelices. A muchos padres les da miedo que la conciencia de sus hijos adultos se despierte, y en muchos casos es imposible hablar de una mejora de la relación. Aunque también hay ejemplos de lo contrario. Alice Miller
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