Ni siquiera los terapeutas más capacitados pueden neutralizar esta soledad, pues, deseosos de proteger a los padres, retrasan de forma indefinida integrar las heridas de los primeros años en sus reflexiones. Y si bien este tema no debería nunca surgir con el niño, que, atemorizado, esperaría de inmediato el castigo de sus padres, el terapeuta sí debería trabajar con los padres y explicarles por qué abordar esta cuestión en una conversación podría resultar liberador para ellos y parta el niño.
Seguramente no todos los padres aceptarán esta sugerencia por mucho que el terapeuta la recomiende. Algunos puede que se burlen de la idea y piensen que el terapeuta es un ingenuo que no sabe lo astutos que son los niños y de cómo, con toda seguridad, se aprovecharán de la buena voluntad de los padres. Uno no debería sorprenderse ante tales reacciones, porque la mayoría de los padres ve a sus propios padres en sus hijos y tienen miedo de reconocer un error, pues antaño cualquier error por su parte habría tenido como consecuencia duros castigos. Así se aferran desesperadamente a la máscara de la perfección y no permiten que nadie les dé lecciones.
Pero a mí me gusta pensar que no todos los padres son así de orgullosos y sabelotodo. Creo que, a pesar de este miedo, habría muchos padres que renunciarían con gusto a este juego de poder, pues hace mucho tiempo que querrían haber ayudado a sus hijos pero hasta ahora no sabían cómo porque temían hablarles con franqueza. Probablemente, estos padres se decidirán con mayor facilidad a mantener una conversación sincera con sus hijos sobre el «secreto» y, a través de las reacciones del niño, ellos mismos podrán descubrir los efectos positivos de revelar la verdad. Además podrán constatar entonces lo inútiles que resultan los valores predicados desde el pedestal de la autoridad porque los dota de credibilidad Evidentemente, el niño necesita tal autoridad para orientarse en el mundo. Un niño a quien se le dice la verdad y se le educa a no tolerar la mentira y la brutalidad se desarrollará libremente, como una planta cuyas raíces no serán devoradas por los gusanos (por las mentiras). Alice Miller
Facebook: Sebastián Segui (Psicología)
desplegar@hotmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario