viernes, 16 de octubre de 2015

El arte de mantener la bicicleta en equilibrio.

La esencia de esta disciplina de equilibrio es saber renunciar. 
Recuerdo la primera lección al respecto que recibí una mañana de verano cuando tenía nueve años. Acababa de aprender a montar en bicicleta y estaba probando animadamente hasta qué punto llegaban mis nuevas habilidades. Más o menos a un kilómetro de mi casa el camino presentaba una pronunciada pendiente; descendiendo aquella mañana por la colina, experimentaba el aumento de velocidad como un éxtasis. Frenar y renunciar a ese éxtasis me parecía un absurdo proceder. Decidí mantener la velocidad y tomar con cuidado la curva que empezaba al terminar la pendiente.
Mi éxtasis se esfumó a los pocos segundos cuando me vi proyectado a unos tres metros fuera del camino entre los arbustos.
Tenía rasguños, sangraba y la rueda delantera de mi nueva bicicleta se había retorcido por el choque contra un árbol.
En aquella ocasión perdí el equilibrio. Mantener el equilibrio es una disciplina precisamente porque implica renunciar a algo y eso siempre resulta penoso. En ese caso, yo no había querido renunciar a la velocidad que me embriagaba a fin de poder mantener el equilibrio al llegar a la curva. Aprendí, sin embargo, que perder el equilibrio es en definitiva más doloroso que renunciar a algo para mantenerlo.
De un modo u otro ésa ha sido una lección que he tenido que continuar aprendiendo durante toda mi vida. Tal y como hace, por otra parte, todo el mundo, pues para tomar las curvas y esquinas de nuestra vida debemos abandonar continuamente partes de nosotros mismos. La única alternativa a esta renuncia es no avanzar en modo alguno en nuestro viaje vital. Podrá parecer extraño, pero la mayor parte de las personas eligen esta alternativa, en lugar de seguir avanzando por el viaje de la vida, y todo para evitar la penosa experiencia de desembarazarse de partes de ellas mismas. Si esto parece extraño se debe a que no comprendemos la profundidad del dolor que entraña semejante renuncia. En sus formas más graves, la renuncia es la experiencia humana más penosa. Hasta ahora sólo me he referido a formas menores de renuncia: sacrificar la velocidad de la bicicleta, el lujo de estallar en cólera, Consideremos ahora lo que significa renunciar a ciertos rasgos de la personalidad, a esquemas de conducta bien establecidos, a ideologías y hasta a estilos de vida. Éstas son formas mayores de renuncia, necesarias si uno pretende avanzar muy lejos por el camino de la vida.
M. Scott Peck





Facebook: Sebastián Segui (Psicología)



desplegar@hotmail.com









No hay comentarios.:

Publicar un comentario