Es más: puede acentuarla.
Por más difícil que sea reconocer el daño causado por un padre (o por una madre) que aún vive, lo es infinitamente más acusarlo una vez ha muerto. Un poderoso tabú se opone a que se critique a los muertos, como si estuviéramos pateando a un caído. Como resultado, la muerte confiere una especie de santidad incluso al más cruel de los torturadores. La deificación de los padres muertos es casi automática.
Lamentablemente, mientras un padre o una madre «de estos» están protegidos por la santidad de la tumba, quienes le sobreviven siguen cargando con los resabios emocionales. «No se habla mal de los muertos» puede ser un venerable lugar común, pero con frecuencia bloquea toda posibilidad de hallar una solución realista a los conflictos con los padres muertos.SUSAN FORWARD
Lamentablemente, mientras un padre o una madre «de estos» están protegidos por la santidad de la tumba, quienes le sobreviven siguen cargando con los resabios emocionales. «No se habla mal de los muertos» puede ser un venerable lugar común, pero con frecuencia bloquea toda posibilidad de hallar una solución realista a los conflictos con los padres muertos.SUSAN FORWARD
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