Desde muy temprano, el mensaje que recibió Glenn fue que, para sus padres, su existencia era más bien una molestia que una bendición. Su invisibilidad emocional se vio reforzada por el hecho de que era lo que con más seguridad lo protegía de los frecuentes actos de violencia del padre. He aquí uno de sus recuerdos: cada vez que yo hablaba, mi padre me humillaba. Si me atrevía a levantarle la voz, me pegaba. No me llevó mucho tiempo aprender a no irritarlo. Si llegaba a oponerme a mi madre, ella empezaba a lloriquear como un bebé, y después él se enfurecía y le pegaba a alguien con el cinto. Entonces yo me sentía doblemente mal por el lío que había causado. Así aprendí a pasar todo el tiempo posible fuera de casa. SUSAN FORWARD
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