Desde luego, esto constituye una desventaja. Preferiríamos tener nuestra inteligencia presente y disponible durante experiencias angustiosas.
Sin embargo, esta pérdida temporal de inteligencia constituye el principio del daño. Algo aun más serio e importante sucede.
Incluso cuando la “maquinaria pensante” se encuentra cerrada e inoperante durante la experiencia de angustia, el flujo de información proveniente del ambiente se ve poco o nada disminuido y continúa ingresando.
La información sigue entrando a la persona angustiada y “no-pensante” en gran volumen a través de los sentidos de la visión, audición, tacto, etc.
El ingreso de información durante la experiencia de angustia se almacena o, más correcto, se almacena erróneamente, en forma contraria a lo que ocurre usualmente cuando asimilamos el ingreso de información durante experiencias no angustiantes.
La información proveniente de una buena experiencia se convierte en una reserva de datos útiles, que podemos utilizar para enfrentar o manejar la experiencia siguiente más “sabiamente”. HARVEY JACKINS
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