decimos que es controladora; la llamamos prudente. Está ejerciendo un control acorde con la realidad, motivado por la necesidad que tiene su hijo de que lo protejan y lo guíen. .
Un control adecuado se convierte en excesivo cuando la madre sigue vigilando a su hijo diez años después, mucho después de que el niño es capaz de atravesar la calle solo.
Los niños a quienes no se estimula a hacer, a explorar, a dominar y a arriesgarse al fracaso suelen sentirse desvalidos y fuera de lugar. Sobre controlados por padres angustiados y temerosos, es frecuente que estos niños se vuelvan a su vez angustiados y temerosos. Esto dificulta su maduración. A su paso por la adolescencia y a la edad adulta, muchos de ellos no superan jamás la necesidad de seguir contando con la orientación y el control de los padres.
Como resultado de ello, éstos siguen invadiéndolos y manipulándolos, y con frecuencia dominan toda su vida.
El miedo de que ya no los necesiten motiva a muchos padres controladores para que perpetúen en sus hijos este sentimiento de impotencia. Son padres que tienen un miedo enfermizo al «síndrome del nido vacío», el inevitable sentimiento de pérdida que acomete a todos los padres cuando finalmente sus hijos se van de casa. Es tan grande la parte de su identidad que el padre o madre controlador tiene puesta en el rol parental, que cuando el hijo se independiza se siente traicionado y abandonado.
Lo que hace tan insidioso a un padre o madre controlador es que la dominación viene generalmente disfrazada de preocupación. Frases como «Te lo digo por tu bien» o «Esto lo hago sólo por ti», lo mismo que «... sólo porque te quiero tanto...» significan todas lo mismo: «Si te hago esto es porque tengo tanto miedo de perderte que estoy dispuesto a hacer de ti un desdichado».SUSAN FORWARD
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