Abrazar lo que sentimos
A mí me extrañaría que un terapeuta me prometiese que iba a conseguir liberarme de sentimientos como la rabia, la ira o el odio después de la terapia (posiblemente gracias al perdón). ¿Qué clase de persona soy si no puedo reaccionar con rabia o ira ante la injusticia, la insolencia, la maldad o ante un cretino arrogante? ¿No estaría mutilando mi capacidad de sentir? Si la terapia me ayuda, durante el resto de mi vida podré tener acceso a todos mis sentimientos, pero también seré capaz de acceder de manera consciente a mi historia y comprender así la intensidad de mis reacciones. Esto permitiría que esta intensidad se redujese relativamente rápido, sin dejar las graves cicatrices en mi cuerpo que en general produce la represión de las emociones que conservamos de modo inconsciente.
En terapia puedo aprender a comprender mis sentimientos, a no condenarlos, a observarlos como mis amigos o protectores, en lugar de temerlos como a un enemigo contra el que tenemos que luchar. […]
No son nuestros sentimientos los que constituyen un peligro para nosotros o para nuestro entorno, sino la separación existente entre nosotros y nuestros sentimientos producidos por el miedo que éstos nos generan. Alice Miller
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