Alice Miller: El padre todopoderoso perfecto
El prestigio del padre es alimentado a menudo por atributos que, desde la perspectiva de sus hijos, sin duda alguna posee: unicidad, grandeza, importancia y poder. Pero no por otros que le faltan, como sabiduría, bondad, valor. Si el padre abusa de su poder reprimiendo en el niño la capacidad crítica, sus propias debilidades permanecerán ocultas tras esos sólidos atributos. Podrá decir a sus hijos lo mismo que Adolf Hitler decía con la máxima seriedad a sus contemporáneos: “¡Qué gran suerte es para vosotros tenerme!”. […] Así pues, cuando aparece un hombre y empieza a hablar y a comportarse como el propio padre, hasta el individuo adulto olvidará sus derechos democráticos o no se dará cuenta de ellos, se someterá a aquel hombre, lo aclamará, se dejará manipular por él, depositará en él su confianza y, por último, se entregará a él sin reservas y no será consciente de su esclavitud, como no somos conscientes de todo cuanto signifique una prolongación de nuestra propia infancia. Alice Miller
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