Es obvio que la madre de Vicky llegó a ver a su hija como una amenaza, porque a medida que la joven crecía y se hacía más hermosa, madura y competente, a la madre se le hacía más difícil sentirse superior. Y para defenderse de esa amenaza tenía que intensificar la presión y seguir restando méritos a su hija.
Los padres sanos viven con emoción y júbilo la competencia creciente de sus hijos. Pero los padres competitivos suelen sentirse despojados, angustiados, asustados incluso. La mayoría de los padres competitivos no tienen conciencia de las razones de tales sentimientos, pero saben que eso es lo que les movilizan sus hijos.
Durante la adolescencia, las niñas comienzan a convertirse en mujeres y los niños en hombres.
La adolescencia del hijo es una época especialmente amenazante para un padre o madre inseguro. Las mujeres tienen miedo de estar envejeciendo y perdiendo su belleza, y quizá vean a sus hijas como competidoras y sientan necesidad de rebajarlas, especialmente en presencia de su marido. Los hombres pueden sentir amenazados su virilidad y su poder. Y como en la casa sólo hay lugar para un hombre, se valen de la humillación y el ridículo para que los hijos varones sigan sintiéndose pequeños y desvalidos. Muchos adolescentes exacerban la situación al mostrarse francamente competitivos, como manera de probar navegar en las aguas de la edad adulta. SUSAN FORWARD
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