Aunque en esto sólo caben conjeturas, parece como si los padres propensos al maltrato físico compartieran ciertas características. Primero, adolecen de una falta casi total de control sobre sus impulsos, y agreden a sus hijos porque necesitan descargar sus propios sentimientos, fuertemente negativos. Son padres que; al parecer, se da poca o ninguna cuenta de las consecuencias de lo que están haciendo a sus hijos. Es casi una reacción automática al estrés; el impulso y la acción son una y la misma cosa.
Con frecuencia estas personas provienen a su vez de familias cuya norma era la agresión física. Gran parte de su comportamiento de adultos es una repetición directa de lo que vivieron y aprendieron a temprana edad. Su modelo de rol era un agresor, y la violencia fue el único recurso que aprendieron a usar para enfrentarse con problemas y sentimientos, y especialmente con el enojo.
Muchos padres propensos a los malos tratos físicos llegan a la edad adulta con graves déficits emocionales y con muchas necesidades insatisfechas. Emocionalmente siguen siendo niños. SUSAN FORWARD
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