martes, 26 de enero de 2016

La perdida del potencial.

Probablemente debido a la forma en que se han desarrollado las culturas y las civilizaciones humanas, solamente en raras ocasiones se recupera uno de los efectos de una experiencia de angustia. 
En su lugar, el residuo de la información, mal asimilado y derivado de una mala experiencia, permanece almacenado erróneamente. De ello resultan dos efectos importantes: 
El primero de ellos es cuantitativo. En términos sencillos: no somos tan inteligentes como lo éramos antes de que la experiencia de angustia depositara en nosotros aquel residuo de información errónea. Parte de nuestra vasta inteligencia original, “tamaño genio” se encuentra ahora obstruida, inoperante.
No es solamente que ahora haya una cierta zona de experiencia donde ya no pensemos con mucha inteligencia. Esto es cierto, pero asimismo hay un descenso general de nuestra capacidad de pensar flexiblemente, de manejar bien nuestro medio ambiente.
Este efecto cuantitativo no se nota cuando somos aún jóvenes. Por lo visto, tenemos mayor capacidad de lo que generalmente requerimos y por eso no echamos de menos la porción perdida durante nuestra juventud.
El efecto cuantitativo, sin embargo, se dejará sentir posteriormente en nuestras vidas. A medida que las varias experiencias de angustia se van acumulando y van siendo reforzadas por el proceso de restimulación (noción que será discutida luego) se podrá observar el crecimiento de la falta de capacidad de pensar. Harvey Jackins



Facebook: Sebastián Segui (Psicología)


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