martes, 31 de mayo de 2016

Hijos de familias narcisistas

Dentro de la población, encontramos unos rasgos de comportamiento en común, como por ejemplo una necesidad crónica de gustar, una incapacidad para identificar sentimientos, necesidades, deseos y una necesidad de validación constante. Este grupo de pacientes sentía que se merecían todas las cosas malas que le habían sucedido, mientras que las cosas buenas que les habían sucedido eran probablemente errores o accidentes. Tenían muchas dificultades para ser asertivos y privadamente sentían una especie de rabia penetrante, la cual tenían miedo que saliera a la superficie. Se sentían como tigres de papel, por lo general muy enojados, pero muy fácil de derrotar. Sus relaciones interpersonales se caracterizaban por falta de confianza y sospecha al borde de la paranoia, intercambiados -a veces- con episodios desastrosos de una apertura y confianza total y falta de juicio. Se sentían crónicamente insatisfechos, pero estaban llenos de miedos de ser percibidos como caprichosos o quejumbrosos, si expresaban sus verdaderos sentimientos. Muchos de ellos podían retener su rabia por períodos extremadamente largos, pero luego explotaban en asuntos relativamente insignificantes. Tenían un sentimiento de vacío e insatisfacción en cuanto a lo que lograban. Esto también se encontraba entre individuos que podrían haber sido vistos como muy exitosos. La lista de gente incluía a profesionales que estaban obsesivamente envueltos en sus empresas, pero que eran incapaces de lograr algo en un nivel en el cual alcanzarían una cierta satisfacción. En las relaciones, estos individuos se encontraban en repetidas situaciones sin salida. 
S.Donaldson-Pressman, R. M. Pressman


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lunes, 30 de mayo de 2016

La experiencia de volar libremente...

El deseo de acceder al verdadero Yo, algo tan justificado como indispensable para la vida, induce al drogadicto a castigarse a sí mismo como en su primera infancia fueron castigados sus impulsos vitales iniciales: matando su espontaneidad vital. Como todo heroinómano afirma haber experimentado al principio sentimientos de una intensidad desconocida hasta entonces. Esto le hace ver más claramente aún la insipidez y el vacío de su vida emocional habitual.
Como es incapaz de pensar que esta posibilidad pueda existir también sin la heroína, empezará el comprensible deseo de repetir su experiencia. Pues en esos estados de excepción el joven descubre lo que hubiera podido ser y toma contacto con su propio Yo, encuentro éste que, como es de suponer, no volverá a dejarle en paz mientras viva. No podrá seguir actuando en la vida como si, en cierto modo, su Yo nunca hubiera existido. Ahora sabe que existe. Pero sabe así mismo, desde su más tierna infancia, que este Yo verdadero no tiene oportunidad alguna de vivir. De ahí que llegue a un acuerdo con su destino: poder encontrarse de vez en cuando con su Yo sin que nadie se dé cuenta. Ni siquiera a él mismo le está permitido saberlo, porque es la «droga» lo que «realiza la experiencia»: el efecto viene «de fuera» y es difícil conseguirlo, nunca llegará a ser parte integrante de su Yo, y él mismo jamás podrá ni tendrá que asumir responsabilidad alguna por estos sentimientos. Esto lo demuestran los intervalos entre un «chute» y el siguiente: la apatía total, el letargo, el vacío o la inquietud y el miedo… el chute pasa como un sueño que se olvida y no puede tener ningún efecto sobre la totalidad de la vida. Alice Miller



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viernes, 27 de mayo de 2016

LA VERDAD Y EL DUELO DEL PARAÍSO PERDIDO

La experiencia de la propia verdad y su conocimiento postambivalente posibilitan en una fase adulta el retorno al propio mundo afectivo… sin paraíso, pero con la capacidad de sentir el duelo, que nos devuelve nuestra vitalidad y nos protege.S. Donaldson-Pressman, R.Pressman




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jueves, 26 de mayo de 2016

Descalificar o menospreciar las capacidades de un hijo.

La necesidad de que alguien más se sienta inadecuado para que así uno mismo pueda sentirse adecuado, no tarda en convertirse en competición abierta.
Es obvio que la madre de Vicky llegó a ver a su hija como una amenaza, porque a medida que la joven crecía y se hacía más hermosa, madura y competente, a la madre se le hacía más difícil sentirse superior. Y para defenderse de esa amenaza tenía que intensificar la presión y seguir restando méritos a su hija.
Los padres sanos viven con emoción y júbilo la competencia creciente de sus hijos. Pero los padres competitivos suelen sentirse despojados, angustiados, asustados incluso. La mayoría de los padres competitivos no tienen conciencia de las razones de tales sentimientos, pero saben que eso es lo que les movilizan sus hijos.
Durante la adolescencia, las niñas comienzan a convertirse en mujeres y los niños en hombres.
La adolescencia del hijo es una época especialmente amenazante para un padre o madre inseguro. Las mujeres tienen miedo de estar envejeciendo y perdiendo su belleza, y quizá vean a sus hijas como competidoras y sientan necesidad de rebajarlas, especialmente en presencia de su marido. Los hombres pueden sentir amenazados su virilidad y su poder. Y como en la casa sólo hay lugar para un hombre, se valen de la humillación y el ridículo para que los hijos varones sigan sintiéndose pequeños y desvalidos. Muchos adolescentes exacerban la situación al mostrarse francamente competitivos, como manera de probar navegar en las aguas de la edad adulta. SUSAN FORWARD





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martes, 24 de mayo de 2016

Que suerte que muchos adolescentes no fueron lo suficientemente dañados para utilizar todavía sus propios recursos naturales de sanación! Podremos los adultos abrirnos nuevamente al proceso natural?

“Una buena oportunidad para reír, llorar, enojarse, temblar o sudar las emociones, permite sacar de su mochila los sentimientos y ayuda a restaurar el buen juicio. Para darle a un adolescente esta oportunidad, alguien tiene que escucharlo permitiéndole manifestar estos sentimientos sin avergonzarlo, juzgarlo, culparlo ni interrumpirlo. Este proceso que la gente joven utiliza para volver a pensar bien ha sido mal entendido en casi todas las culturas y generaciones. Se le ha tomado como “debilidad de carácter”, “dramatización”, “falta de control”. En realidad, una persona que está llorando, rabiando o riendo está haciendo uso de una habilidad natural para deshacerse de sentimientos perturbadores por medio del desahogo” Patty Wipfler



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lunes, 23 de mayo de 2016

Alice Miller: El padre todopoderoso perfecto

El prestigio del padre es alimentado a menudo por atributos que, desde la perspectiva de sus hijos, sin duda alguna posee: unicidad, grandeza, importancia y poder. Pero no por otros que le faltan, como sabiduría, bondad, valor. Si el padre abusa de su poder reprimiendo en el niño la capacidad crítica, sus propias debilidades permanecerán ocultas tras esos sólidos atributos. Podrá decir a sus hijos lo mismo que Adolf Hitler decía con la máxima seriedad a sus contemporáneos: “¡Qué gran suerte es para vosotros tenerme!”. […] Así pues, cuando aparece un hombre y empieza a hablar y a comportarse como el propio padre, hasta el individuo adulto olvidará sus derechos democráticos o no se dará cuenta de ellos, se someterá a aquel hombre, lo aclamará, se dejará manipular por él, depositará en él su confianza y, por último, se entregará a él sin reservas y no será consciente de su esclavitud, como no somos conscientes de todo cuanto signifique una prolongación de nuestra propia infancia. Alice Miller



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viernes, 20 de mayo de 2016

El trabajo con los adolescentes, reencontrando lo auténtico

“si en medio de un ataque de emociones nuestro hijo pide que nos vayamos, tenemos que complacerlo hasta cierto punto. Podemos alejarnos pero sin salir de su cuarto, o decirle que lo dejaremos solo durante dos minutos y luego regresaremos para ver cómo está. Pero lo que importa es encontrar la manera de mantenerse a su lado por lo que dure el episodio. O, ¿cómo podrá nuestro hijo deshacerse de lo que le molesta si no hay alguien a quien contarle? De modo que cuando escuchemos... “¡Andate! ¡No te quiero aquí!” tendremos que mantener el equilibrio entre alejarnos un poco para mostrar que le escuchamos y mantenernos lo suficientemente cerca para que los sentimientos puedan seguir saliendo en forma de lágrimas y reproches. Una vez que ha llorado y rabiado, nuestro hijo sentirá un descanso porque ya no tiene que cargar con tanto y estará en mejores condiciones de registrar nuestro amor y nuestra ayuda" Patty Wipfler

Podemos ejercitar la presencia amorosa, sin parlotear tanto, sin sermonear, escucha atenta, liberándonos de las imágenes mentales que impiden ver al otro. Ver al otro y escuchar con interés.





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jueves, 19 de mayo de 2016

El momento mas peligroso, la confrontación, correr la cortina.

La reacción más peligrosa (se activan los miedos infantiles) para la que debe usted estar preparado después de la confrontación es, con mucho, que sus padres puedan hacer un último y desesperado intento de deshacer lo que usted les hizo (al nombrar la verdad), utilizando cualquier recurso para castigarlo. Tanto puede ser que le echen sonoramente en cara su traición como que dejen de hablarle. Tal vez lo amenacen con distanciarlo de toda la familia o con excluirlo de su testamento. Después de todo, usted ha violado las regias familiares de silencio y negación, y ha destruido el mito familiar. Se ha definido como un ser aparte, y al hacerlo ha asestado un golpe a la enmarañada e irremediable participación en la chifladura de la familia.
Esencialmente, lo que ha hecho es dejar caer una bomba atómica emocional, y de eso se pueden esperar repercusiones. Cuanto más se enfurezcan sus padres, más tentado se sentirá usted de renunciar a sus nuevas fuerzas y de buscar «la paz a cualquier precio». Empezará a preguntarse si lo que ha salido ganando vale realmente tanto escándalo. Todas sus dudas, reservas y hasta nostalgias por volver al status quo son cosa habitual. Padres como los que usted tiene harán casi cualquier cosa por restablecer el conocido y cómodo equilibrio familiar.
Y pueden ser increíblemente seductores cuando entonan, como sirenas, sus cantos de autoconmiseración, recriminación y culpa. Susan Forward



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miércoles, 18 de mayo de 2016

¿Es realista lo que usted espera de su hijo?

Puede parecer que su niño “se sale del carril” porque tal vez el carril en el que usted lo quiere no es apropiado para su edad y conocimientos. Las necesidades de los niños varían y los adultos no nacimos sabiendo qué es lo que niños de diferentes edades saben y necesitan. Para complicar todo esto, el mundo de los adultos no parece haber sido planeado tomando en cuenta las necesidades de los niños. Lo que en muchas situaciones es“apropiado” simplemente resulta ser muy estricto para un niño activo, sano y creativo. Patty Wipfler


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Estamos disponibles?

“Pueden transcurrir días o semanas antes de que nuestro hijo adolescente pueda hablar sobre lo que piensa. También puede ocurrir que él perciba como oportuno un tiempo que nosotros no estimamos como el más conveniente. Abrir el corazón como fruto de la confianza no es algo que se pueda programar para que suceda en un momento determinado. Nos toca estar atentos y registrar cuándo nuestro hijo tiene pensamientos en orden y se encuentra listo para hablar. En ese momento tendremos que estar dispuestos a dejar cualquier cosa que estemos haciendo y cambiar planes.” Patty Wipfler


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lunes, 16 de mayo de 2016

Alice Miller. La verdad se abre paso.

Un niño no se nos puede escapar, como en otros tiempos nuestra propia madre. Podemos educar a un niño para que sea como nos gustaría que fuese. Podemos hacer que un niño nos respete, podemos imponerle nuestros propios sentimientos, reflejarnos en su cariño y admiración, podemos sentirnos fuertes a su lado, encomendarlo a una persona extraña cuando nos resulte excesivo: al final nos sentiremos el centro de la atención, pues los ojos del niño seguirán cada paso de su madre. Si una mujer ha tenido que ocultar y reprimir todas estas necesidades ante su madre, al ver a su propio hijo, por más educada que sea, esas necesidades se agitarán en las profundidades de su inconsciente y exigirán ser satisfechas. El niño lo advertirá claramente y muy pronto dejará de manifestar su propia necesidad. En la defensa contra la sensación de abandono de la primera infancia, por ejemplo, encontramos muchos mecanismos. Junto a la simple renegación tropezamos por lo general con la lucha permanente y agotadora por conseguir, con la ayuda de símbolos (drogas, grupos, cultos de todo tipo, perversiones), la satisfacción de las necesidades reprimidas y entretanto pervertidas. A menudo tropezamos con intelectualizaciones, pues ofrecen una protección de gran fiabilidad, que, sin embargo, puede resultar fatal cuando el cuerpo -como en el caso de enfermedades graves- asume la plena responsabilidad. Alice Miller



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